martes, 10 de abril de 2012

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Donde el fin es el comienzo la ruptura, la voz del terremoto (que no el terremoto), el alumbramiento de la razón (que no la razón), el hombre (que no el padre), la mujer (que no la madre), el suicidio o la entrega (que no el hambre, de jugosa anatomía, bailando sola).

El fin de la escritura es su comienzo porque se accede al mundo, al imperio de la carne, se aprehende, se trastoca, una pincelada, con un cincel, y presente, pasado y futuro son materia viva. Pero es sólo un instante si se accede (tentador instante) porque todo es nada (y con eso ninguna luz por más fija puede) si no es uno. Y el vacío ante la muerte (que no puede más que otro comienzo, espacio sin siquiera la certeza del mote) (el vacío) rompe sus pendones con bombo y platillo, pero más bien una flauta con un diapasón tranquilo como la repercusión necesaria.

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