viernes, 20 de enero de 2012

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El fin de la escritura. El fin de la escritura es su comienzo. No hay seguridades. Salvo la seguridad de la pérdida, de la conciencia de la desorientación, del sinsentido al grado en que todo intento de significar es válido, justo válido (ha de quedar claro, ojalá, que fue digno cualquiera…)... Lo que busco va y viene en una contradicción. Su estirpe proviene del estadio de las revelaciones frustradas en el orden en que las cosas se disponen circunstancialmente ante la realidad (ante el imperio de lo real). De una revelación más bien entrevista y por eso estadio y por eso revelación, por revolución. Porque la verdad es un instante de lo falso.  (no puede ser "verdad", por ejemplo, porque la verdad es absoluta y no admite diferencia, ni siquiera par mínimo y dónde quedaría la escritura, el mundo, que sin embargo quedan) Y porque cualquier traducción lógica es inútil si las palabras no pueden tomar distancia, apenas se alejan ya son atraídas, y el sentido vuelve a ese cúmulo borbotante que es la idea tensa en el pendular de una contradicción. Hace el abismo de una olla borbotante, el abismo sobre el agua de las fuentes. Por eso lo turbio, lo inconstante, lo fragmentario. 

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Aquí, incluso, está permitido sacar a relucir la ignorancia, la falta de vocabulario, la mala ortografía y la mala sintaxis, traumas personales y demás patologías...